martes, 26 de enero de 2016

Comentario de Queta Navagómez


El libro de poemas de Maurizio Veletti habla de una historia de amor, de un corsario que cruza los mares buscando hasta encontrar a una alondra de vuelo escarchado.
El sabor a mar de su poesía se puede degustar desde el Proemio. En el siguiente poema (A ti, alondra y escarcha) llega el olor de los naufragios, de la brisa, de doradas playas o espumosos esteros que indican el término del viaje de un corsario joven e impetuoso que ha podido al fin dejar atrás los mares de zozobra. Con ojos ansiosos ha avizorado cada ola, cada tormenta que ha logrado vencer guiado por la pátina de los luceros.

Exaltado, al descubrir a su alondra su pecho irrumpe en cantos de marinero:

Desde que soy corsario yo te canto mientras tus alas mi velero guían

Después, como el descubridor de nuevos continentes, se maravilla ante los paisajes inesperados y describe a su alondra desde el cabello que cae sedoso y resuelto por los hombros, hasta los pies de odalisca que bailan santificando el aire:

Son tus ojos dos líquidas poesías
dádivas de la noche incólume y morisca…

Ardientes labios. Palpitantes mariposas ebrias de ciruela y trementina.
Pan de cada día.

Veletti, se deja deslumbrar mientras contempla a su alondra. Todo lo ve con ojos nuevos, todo lo reinventa para que no pierda su esplendor. Su palabra exaltada la recorre sin preámbulos, absorto en la belleza:

Ya extiendes el alba, ¡oh fruta de verano escarchada de rompope, de miel y cebada!

Su poesía tiene un ritmo que va y viene como las olas, a veces tranquilo, a veces marejada. Las palabras brotan en borbollones, enardecidas como avispas, llenas de apasionamiento. Las imágenes surgen una tras otra, contraponiéndose de pronto. A veces trastabilla, como cuando presenta poemas titulados como Haikus que no lo son literalmente, ya que el haikú debe referirse a la naturaleza y en especial a una estación del año. Este tipo de poema tiene sus reglas precisas, pero podemos decir que estos pequeños versos de Veletti derivan de él y son intensos y melodiosos:

Volando, alondra
das graciosos acentos a mi memoria

Su historia de amor alcanza el clímax en la Oda, en que los atributos de la amada se exaltan y en que metáforas, ritmo y rima danzan enlazados:

Oh, mujer de arquitectura gitana
son tus ojos tu verdadera patria.
Te quiero como hurí de mi temprana
pasión; te quiero, alondra, como patria.

Inmediatamente después viene la Elegía, la expresión de dolor ante la pérdida:

Alzaste el vuelo alondra mía ante la noche que te amaba
desnuda y fría aleteabas
dejando una estela de escarcha…

Alondra que duermes en un verde río de plata
te recuerdo volando sobre los campos de cebada…

En el Epílogo, el corsario llega a la conclusión de que debe abandonar el puerto seguro, donde el amor ha muerto:

Ahora que yace tu tesoro entre las aguas y que los cielos se encuentran desiertos
¡vuelve tu mirada a los cálidos y meridionales puertos que nacer te vieron!

Estamos ante el primer libro de un poeta joven y lo celebramos. El libro está colmado de emociones, ímpetus y arrebatos propios de un corsario joven. Maurizio Veletti está madurando como poeta, ya llegará el tiempo del sosiego, ya vendrán tiempos más tranquilos, en que la voz de Maurizio Veletti nos brinde versos serenos, luminosos, engendrados -como la flor de loto- en los tranquilos remansos de la poesía.


Queta Navagómez
Ciudad de México, 25 de septiembre de 2008

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