viernes, 15 de julio de 2016

Poemario en PDF






Maurizio Veletti


Maurizio Veletti es el seudónimo poético de Bernardo Jiménez Casillas, pianista mexicano originario de la ciudad de Aguascalientes, quien optó por este sobrenombre debido a su admiración por el arte pictórico renacentista italiano.

Ella (alondra y escarcha) -Generación Espontánea, 2008- es su única obra publicada hasta el momento, la cual fue creada entre 2005 y 2006 en la Ciudad de México. Además de la versión impresa, los poemas que integran Ella fueron publicados, entre otras revistas, en Tierra Baldía de la Universidad Autónoma de Aguascalientes (No. 42) y La pluma del ganso (No. 41, 44, 48 y 52), así como en Poesías de La Pluma No. 4antología poética de esta última revista.

Entre 2008 y 2011, Ella fue presentada en numerosos recintos de la Ciudad de México, Aguascalientes, Coahuila, Estado de México, Guanajuato, Hidalgo y Michoacán, así como en los siguientes foros culturales:

  • 2da Jornada Cultural de la Comunidad Artística Humanista de Tulancingo (Hidalgo, 2008)
  • 13º aniversario de la revista La Pluma del Ganso (Ciudad de México, 2008)
  • 2º Encuentro Poético del Grupo Nezahualcóyotl de Poesía Pura (Ciudad de México, 2008)
  • 11º Festival Universitario de Día de Muertos de la Universidad Nacional Autónoma de México (Ciudad de México, 2008)
  • Encuentro de Arte, Conocimiento y Educación Superior de la Universidad Autónoma Metropolitana campus Xochimilco (Ciudad de México, 2009)
  • 1er Festival Internacional Jaime Sabines 2010 (Ciudad de México, 2010)





Proemio


Escarcha que te vi nacer

alondra que te vi crecer dentro de los  límites de mi país inventado comiendo versos  y  revoloteando  entre  mis pensamientos

¡A ti dedico este canto!

canción de un joven corsario noctívago y solitario

¡Amante de una alondra y de su vuelo escarchado!

¡A tí alondra y escarcha...


¡A ti: alondra y escarcha alzo mi canto al viento, canto que elevo con voz de corsario y marinero y dirijo a los verdes campos de granados y almendros, campos que te cobijan, espiga dorada del cielo!


Las doradas playas se extienden bajo el claro cielo que baña rocas y costas mientras de pie te celebro con el canto propio de un joven corsario, con mis versos de marino solitario ¡navegante de veleros!

Como agitados corceles al viento saltan mis versos resonando a través de acantilados y  esteros, entre redes de pescadores y luceros; pronto se cobijan con las sábanas del océano llegando hasta oídos de náufragos extranjeros, de marinos veteranos que aguardan en sus puertos.


¡Alondra: no sabes la dicha que hay en saberte mía cada vez que tus labios besan e insuflan vida a mi canto y tus dientes pintan una blanca sonrisa!

Cantera de escarcha: ¡fuente inagotable de poesía!  el viento que infla mi vela es el mismo que a tu risa moldea, el mismo que lleva mis versos de tinta marina a  tus oídos de arena, azucena  y brisa.


He surcado al infinito y traicionero mar-océano desafiando sus violentas y azules olas de fuego, contemplando los verdes y espumosos esteros que se guardan en las costas y regresan a su lecho.

He navegado guardando en mi velero el infinito y espumoso eco de los besos que le brinda el océano a mi barca de marinero. 

He recorrido el azul universo filibustero navegando en compañía de escuálidos bucaneros: líquidos y variopintos ¡leales marineros! ¡navegantes guiados por la pátina de los luceros!

Ha escuchado la luna mis lamentos y en su negro manto he colocado mis recuerdos esperando que la lluvia los convierta en versos ¡me convierta en poeta corsario y marinero!


¡Alondra: no sabes la dicha que hay en saberte mía cada vez que tus ojos alimentan de fantasía a mis versos, cada vez que tus sueños se cobijan con ellos, con el canto nacido de una noche fría!

Cantera de escarcha: ¡fuente inagotable de poesía! la brisa que a mi bandera bautiza es la tinta marina que tus labios adoptan como saliva, tinta que es para tu lengua ¡un manantial de vida!


Partí desde los cálidos y meridionales puertos en busca de un tesoro revelado entre mis sueños. Pronto mis ojos azul verían al mundo, pronto el cielo enarbolaría mi vela llamándome marinero primero y después corsario de los cuatro vientos, pronto de un joven solitario sería el eco

Cansado de los infructuosos años, tendido al cielo me hallaba cuando la luna se cubrió de negro y una brisa de escarcha me recorrió

¡alondra al viento y canto que me cautivó!

con un sutil aleteo esfumaste mi cansancio: ¡al fin lo que entre sueños se me había revelado mis ojos, con un eterno beso, lo habían encontrado!

¡Tesoro de marinero: escucha la canción que nace de mi exaltado pecho! ¡cántico que borra mi pasado dibujando un bello amanecer diáfano!

¡Confidente y pregonero mar-océano: a quien fuera semilla de versos lleva mis labios de corsario y bucanero, y que en los verdes campos de granados y almendros ¡sea tu brisa un beso a mi espiga dorada del cielo!

***

Desde que soy corsario, alondra escarcha y poesía yo te canto mientras tus alas a mi velero guían

¡desde entonces tengo la dicha de saberte mía!


Ojos peregrinos…


Ojos peregrinos,
peregrinos de tus pies semidesnudos transformados en ambrosía por sus virtudes de odalisca, ataviados solamente por líneas de delicada lencería...

Ligeros bailarines:
santifican el aire con la imperceptible fragancia del ámbar corporal, de ahí que mis ojos sean de oficio peregrino y sólo rindan pleitesía a la pátina de tus mellizos vanidosos, a los vaivenes afrodisíacos de tus mimbres elegantes…

Mis ojos: devotos peregrinos...

Te veo a través…


Te veo a través de un verde viento,
                                                                   te veo
y quisiera cambiar de oficio por un tiempo,
despojarme de éstos hábitos y ser viento:
artesano que dibuja los límites
                                                                              de
                                                                     tu
                                                      cuerpo

Eres cascada y puente de un sol dorado y maduro,
eres playa donde se posa el verano y su tacto marino recorriendo santuarios y capullos,
bañando tus ritmos
                                                       vedados
                                                                        y
                                                                               mudos

Verde viento que pintan mis ojos,
que pintan y se posan discretos
                                                                                      en
                                                                              tus
                                                               marrones
                                                   otoños
ojos que te desnudan en silencio y poco a poco
sin que llegues a saber ni cuándo ni cómo,
pues me gusta el sabor de lo oculto y misterioso:
del verde viento que nace
                                                               de
                                                                      mis
                                                                               ojos

Son tus ojos…


Son tus ojos dos líquidas poesías:
dádivas de la noche incólume y morisca que a la vida resumen en dobles danzas de 
gitanas alegorías.

Jinetes que cantan y pintan tus días,
que cabalgan al abrigo de dos ramilletes con raíz de higo que se extienden y besan
¡bellas manías!

¡Auroras de tus cimas frutales devoradas por los breves aletazos rosáceos 
de tus párpados fugaces: no se extingan! 
llamas y quinqués de ámbar (ritmos gitanos y redondos valles)
¡oasis de mis dos ojos sedientos!

Redondos bergantines…


Redondos  bergantines de castaña 
madera y vela, marrones veletas,
son al viento dos banderas revueltas
que al mar escarchan de morena caña.

Redondas playas, y el agua, que baña
peces de acaneladas aletas
y escamas, a los navíos da vueltas:
redondillas de caoba y castaña

que surcan acantilados y puertos.
Rostro y palmera ¡cumbres datileras!
¡de las bayas y cafetos son huertos,

estepas de ciervos y laderas!

...y la noche, que prepara sus puertos,
¡para que al alba zarpen dos veleras!

Resueltos caen…


Resueltos caen los sedosos amantes de tus hombros, quienes con su tacto acariciante seducen, embelesan a tus tersas estepas amieladas

Desafiantes caen tus doradas mieses espigadas, coloreadas, bruñidas por el sol y alimentadas por el perfume emanado del breve valle de tu nuca

Discretos caen tus topacios filiformes: dibujantes de una lluvia suspendida, lacia y ambarina, artistas del alegórico recuerdo de un crepúsculo veraniego...

Ardientes labios…


Ardientes labios de brasa y simetría femenina:
 hojarascas carmesí que a la escarcha de tu boca ruboriza.
Brasa y simetría

Palpitantes mariposas ebrias de ciruela y trementina
enamoran a tus vastas humedades de grana viva:
rebanadas de sandía

Higos que liberan risas, primavera y vida;
ríos que atesoran perlas, azahares y esencias de resina 
(alegría o melancolía)

Dátiles de tus noches y corales de tus días:
reposo y fuego de tus clavellinas.
Noches y días

Alondras de tu sexo no exiliado que anidan en tierras de lejanía:
tierras de almendros y rosales, de nata y espuma tibia...
pan de cada día…

Soliviantan el lino…


Soliviantan el lino, el algodón y la seda a tus ebúrneas brevedades, capullos de vía láctea,
                                                        alcatraces
                                                                       que nacen
de tus cándidas praderas y que en su bullir cantan la geografía femenina:
 relieves de esmalte y níveo limo, rocío de nebulosas...
 instantes de alba redonda

Púdicas palomas que sólo calcan el perfil de sus corolas,
tímidas valvas que sus dobles coronas ocultan: halos concéntricos
                                                                             de
                                                                     tus
                                                          lunas

Menudas campanas de jazmín y silencio: hermanas de nacimiento.
Flotantes nenúfares del mar-océano
                                                           de
                                                                  tu
                                                                        cuerpo

…hubo un tiempo…


...qué cámara más oscura que el sexo de la mujer,
cuenco de la vía láctea donde se revela, no pocas veces, 
un problema de identidad”...
                                                                                                                                                              A.Gironella 


...hubo un tiempo (pasado que fue presente) de mares en zozobra y tierras anegadas; pasado de los vientos clamorosos y los cálidos rubores; tiempo en que las cintilaciones del cielo conjugaron los signos de virgo y leo.

Temporal que fue relámpago de delirio para tu meca almibarada, que entonces se tornó en fértil estuario reclamante de la nata del almendro y su depurada savia, volviendo a tu meridiano universo (antes sediento) en sementera de viril prestancia.

Tiempo que a tu vientre convirtió en semillero de ilusión y templo de caricias; colmena de sonrisas y alegrías.

Pasado que fue presente y escultor de tu maternal fortuna: luna creciente que recreó la multiplicación de la existencia y que fue por unos meses ¡ración de tu extinto paraíso Eva!

Sólo en cumbres…


Sólo en cumbres de follaje leonado
 y arcos de germinada simetría
 nace un perfil como el tuyo: amielado
 relieve y ribera de armonía
 que al infinito ha recortado
 con encantadora geometría;
 dorado que cautiva la mirada
 de aquellos que admiramos tu alborada…

¡Oh espiga…


¡Oh espiga de un rostro arenero:
 respira estos versos de bucanero!

Ya extiendes el alba ¡oh fruta
 de verano escarchada de rompope,
 de miel y cebada!, doble ruta 
de aromas y odalisca etiope
 que inmóvil y con boca enjuta
  a los ramilletes dices ¡tope!

¡Oh isla de rompope datilero:
 respira mis versos de marinero!

Ocultas en el fondo…


Ocultas en el fondo de un verano
 limonado yacen dos caracolas
 varadas en un golfo campirano
 cual veleros que en las playas ancoran.

Marineros de furor veterano:
 esculpen remolinos y olas
 en la desembocadura del llano,
 forman arrecifes de gualdas rosas
 que son patria del naciente océano.

Un minuto de mar brindan tus conchas:
 par de gajos del naranjo ufano
 de aquel harén de vanidosas
 huríes que rechazan lo puritano
 vistiendo ostentosas sólo las ajorcas
 regaladas por el tacto de tu mano.

¡Arribad al cielo...


¡Arribad al cielo
prestos brazos,
                                                                                         columnas fugaces
y ondulados
ríos cultivados,
llamas y aletazos:                                                                                                                
dos fúlgidos
                    herreros que forjan                     
con júbilo
                                                            un arte lúcido!


Ramas de ciruelo y brazos que doble patria fueron: doble cuna y doble dique del pasado que sonríe. Fontanas que brotan y cascadas y diez gitanillos de holanda 
que danzan y nadan

¡Al cielo llegad 
                                                              ahora juntos
y después dispersos,
sigan raudos 
los distintos rumbos 
cual  alondras                                                                                                                          
que al viento                                                                                                                                  
                 piden su morada,                    
cual veleros
                                                     que buscan sus puertos!


Baten el espacio dos destellos prestos y desnudos: lluvia y gestos que pintan el tempo con su expresivo silencio. Cascadas y mástiles de olivo, muelles de sonido


¡Arribad al cielo                                                                                                                                    
        y flotantes,          
                 columnas jónicas
                       ondulantes:
surcos y caudales 
de diez manantiales,                                                                                              
de diez marineros  
                                                        pequeños de tacto 
  etéreo
presto
                                                           arribad al cielo
                                                                                                                                                                  

Haikus


Poeta sin tierra
 debido a tu ausencia:
 escarcha y avena


Alondra:
 hacia ti mis palabras emigran y tocan


¿Dos hoyuelos?
 no… 
gorriones que nacen de tu sonrisa


Viento labrador de tus labios 
(campesino de humedades)


Escarcha-carcha
 alondra-londra
 ¡escarcha y alondra!


Cejas veraniegas:
 gajos germinados de luna llena


Alondra:
 la voz del mixto cenzontle de tus alas brota


¡Oh escarcha reunida en los ventanales de mis palabras!


Perfume de tus alas: 
escarcha que congela el instante


Manos que tejen el viento; 
plumas que crean el tempo


¡Lírico perfil:
 en ti cantan las miradas de los hombres!


Vastos campos de trigo
 coronan tu rostro campesino


Breve alondra y escarcha: 
eres un minuto del alba


Volando, alondra, 
das graciosos acentos a mi memoria


Aliento, 
fresco aliento de escarcha
 (nieve en las palabras)


¿Cuello de alondra o muelle de cánticos de esperanza?


Tu cabello… 
ahhh… 
el ansiado dorado nunca encontrado


Tu perfil revela el eterno retorno de la belleza


Alondra inmortalizada por mis cánticos de escarcha


He santificado…


He santificado los martes con la levítica paciencia de un escriba y la resignada actitud de un eremita.

He santificado los martes, y en este templo de palabras te has dejado cobijar, oh alondra y escarcha, vistiendo tus oídos con los hábitos de un monje mendicante, ataviando tus ojos con el ardor de un feligrés devoto.

Oh alondra que entre vuelo y vuelo plumas has dejado en los nichos inventados de este recinto, que has llenado el campanario de mis escritos con los volátiles acentos de tu sonrisa: por ti han construido estas manos de corsario empapadas por los mares encantados un santuario invisible donde religiosamente ofrezco mis versos como alegóricos sacrificios de los bíblicos corderos.

Ha sido mi canto el fruto de un sagrado empeño, el fruto de estas cuatro paredes monásticas labradas por el viento.

Ha sido mi canto, alondra, la ofrenda religiosa con la que he santificado los martes en tu memoria, grabando tu nombre con etérea tinta de imborrable escarcha…

Oda


...mientras haya unos ojos que reflejen
                                                                    los ojos que los miran 
mientras responda el labio suspirando
 al labio que suspira,
 mientras sentirse puedan en un beso
 dos almas confundidas,
 mientras exista una mujer hermosa,
 ¡habrá poesía!

 G. A. Bécquer

                                                                                   
Se citaron los dos: océano y tierra,
                                                                macho y hembra
                                                        azul y morena.
 Curtidos en el amor de pareja
                                                        se sabían amante
                                                                    y compañera.

Se citaron los dos: él y ella, 
¡ansiaban la vida en el planeta!
                                                                    querían el verde
                                                              y el magenta
                                                 y una hija: la belleza...

Dentro de un marco de frenéticos oleajes y eras, donde el sol caldeaba al agua y el viento a la tierra aleteaba, se alzaba la impávida cabellera cana sobre dos tendidos cauces de bronce y canela que dichosos recibían la esperma de la primavera, pecho castaño que yacía en actitud de entrega envuelto por el índigo abrazo de la marea

¡Naciste, fruto marino y candela de la espuma que se guardó en la meca morena! 
¡moldearon tu presencia el océano y la tierra con bailes violentos y danzas secretas!

Nórdico macho y gitana hembra,
  se citaron los dos:
                                                                        azul y morena.
 En un gesto mutuo nació la primavera,
en una doble caricia
                               el                 
                                                                 rocío
                                                        de
                                                                la  
                                                                       belleza

* * *

¡Oh mujer de arquitectura gitana: 
son mis ojos tu verdadera patria. 
Te quiero como hurí de mi temprana pasión;
 te quiero, alondra, como patria!

El sol besó tu frente en un bautismo de fuego que te volvió rompope y nieve. 
Pronto te consumías entre carcajadas y risas y palabras que balbucías, 
pronto al mundo regalabas tus cinco miniaturas de lactancia: tiernas campanas 
que al vaivén de la cuna cantaban.

¡Oh musa del tiempo: pronto los días te pintaron sobre un nuevo lienzo! pronto el viento y sus caricias y el hábil cincel de sus besos de la infancia te despidieron

¡niña: pronto una mujer serías! 
¡escarcha de topacio que volaría!

¡Oh musa del tiempo, alondra al viento y fuente de versos: ya tu frente, cual mínimo espejo del alba, era pétalo de  rosa blanca que a tu rostro coronaba! 
ya el rubor de tus mejillas formaba un breve valle de durazno y nata, morada del estío que se decanta (gajo dorado y cascada)

ya brotaban los pequeños frutos de tu torso limonero que entonces quiso ser 
un olivo aceitunero 
ya los ritmos de tu espalda, que se desprendían de tus caderas amieladas, formaban  un frágil y esbelto madero: blanco viñedo resuelto cubierto de silencio.

¡Alondra y mujer que naciste con piel y plumaje de cisne: escarcha suave y esbelta cáscara derramada cual cálido lienzo de seda ahora, cual barniz de estatua mañana! 

* * *

¡Oh mujer de blonda cabellera
 y labios de fuego sazonado,
 has nacido de la primavera
 y del alabastro alabeado!

Naciste cuando el vino se derramaba
 desde la boca de los amantes
                                                     como
                                                                     rojas
                                                                                   cascadas,

 como tintos hilos de granada:
 rubíes que en un corte de navaja
 a tu boca desposaban,
                                                                        a
                                                       tus
                                                                    labios
                                                                                  palpitantes
                                                                fermentaban.

Naciste cuando el océano y la tierra se amaban...

* * *

Aleteando te vi venir: viento púrpura y alondra; tu plumaje aquilatado, la corona de tu boca y el doble sable que recortaba las sombras: gajos de viento púrpura y alondra. 
Aleteando te vi venir cobijada por la lluvia, por hilos que avispa volvían tu cintura: 
doble caudal de miel y locura. 

Aleteabas y reías como escarcha de luna,
 al viento te derramabas en un álabe púrpura.

Te vi venir y eras ápice de un rojo crepúsculo que poco a poco moría: hermana del alba tardía, tinta en apuro y blanco destello maduro que en un estertor purpúreo se desvanecía pues eras ¡oh alondra y escarcha! el fruto de mis párpados cerrados, 
¡la diaria cuna y lápida de mis lutos!

Aleteando te vi venir: 
viento púrpura y alondra,

aleteando, te vi partir...

* * *

Naciste cuando el océano y la tierra se amaban,
 y tus brazos, formados por los cabellos que el tiempo le arrebataba
                                                             a
                                                                     la
                                                                              impávida
                                                                  cabellera
                                                           cana
 pronto del barro se desplegaron:
 llamas  de quetzal que aleteando
 el destino de tu oficio revelaban.

Naciste, alondra y escarcha...

* * *

¡Oh mujer, es tu garbo la tónica 
musical que amamanta las palabras 
germinadas de tu boca jónica
 y que al viento saltan cual nacidas cabras!

Vas y vienes envolviendo tu caminar con la donosura de tu sonrisa y el doble aleteo de tus albas mariposas volátiles. Portas en cada paso la femenina elegancia que se extiende como abrazo, como beso de enamorados.

Oh escarcha y manantial de horchata, bello rocío de la mañana: no sólo le perteneces al alba pues tu vida, inundada de jacaranda, la noche la reclama como su casa…

¡la reclama el día como su alma!

Hablas, sirena y mujer, y mis oídos gustosos beben  los tañidos iridiscentes de tu gutural fuente: repique de campanas, musical cascada y dientes de nácar 
que envuelven las palabras. 
Hablas, alondra y escarcha, y me vuelvo una suerte de catador de vientos que se decanta al céfiro liberado en la frontera de los besos.

* * *

El incesante oleaje del océano rompía sobre la tierra esculpiéndote arrecife y formándote mujer; rompía sobre un valle de musgo que crecía, y entre dos portentos de arquitectura dibujaba la hondonada que con Venus te emparentaba: surco campirano que a su debido tiempo volviose un pedazo de tierra fértil y exiliado.

El viento y el mar, ansiando el gesto hambriento de tu ahora nautilo en celo, pronto se transformaron en  saetas reclamantes de un espacio dentro de aquel maternal oráculo, de aquella suerte de aljaba cubierta de marina escarcha.

Durante un tiempo fuiste cesta de dos manzanas que las estaciones apenas y separaban: frutos que a la vida pronto regalabas, aunque tu pecho y tus brazos 
durante un tiempo se negaran...

* * *

Alondra y escarcha: te levanta el verano con su tacto diáfano y así, te recreas consagrando al día la inocente vanidad femenina  con pasos que acentúan    
                                                                                tus
  perfiles
                                                    alabeados,
 con tus dedos y manos y diez caricias que a tu cabello siempre ha alimentado... y esas miradas a los espejos: ¡mujer que te has regodeado!

Pero el verano, por desgracia, para todos es escaso...

Uva de vendimia: llegará el tiempo en que el invierno sea tu único regazo, tiempo en que su cuerpo y aliento al verano hayan derrotado… entonces, mujer: 
¡la luna te habrá bautizado!

¡entonces sólo serás escarcha, alondra que ha volado!

Recorrerá la lava tu cuerpo apasionadamente devorándolo:
 cascada resuelta que a tus cabellos habrá calcinado y a tus hoyuelos,
 coronas de tu sonrisa, cubierto con un manto

Poco a poco te irás convirtiendo en una estatua de mármol: 
¡ya quisieran los ruiseñores al menos tus oídos intactos! 
¡Ángel y alondra de mi calentura, tierra para el canto: 
entonces quisieran mis ojos volverte a tener como motivo patrio!

* * *

Se volverán a citar el océano y la tierra reclamando tu vida:
 vientre gitano que de nuevo te habrá cobijado;

mujer que volverás a soñar desde una cuna de azules brazos... 

Elegía


Alzaste el vuelo alondra mía hacia la noche que te amaba: 
desnuda y fría aleteabas 
dejando una estela de escarcha 
palpitando en mi memoria y sus barandas: 
                                                  gotas blancas         
                                                                        de alborada 
que un cálido cántico fecundaban,  
                                                                               himno         
                                                     cascada 
que tu recuerdo aún amamanta: 
alondra y escarcha.

Labradora de espumosas nubes de almendra blanca: 
de las rosas que tus pies cultivaban 
fuiste hortelana; 
ahora crecen caracolas desde tu mustia mirada, 
de tus labios amapolas, de tu lengua la granada; 
das a la hambrienta tierra y a las gitanas hojarascas 
tus ojos de almendra y tu corazón de manzana.

Novia del barro y del verde canto de las ranas: 
el viento y las estercolas ya te besan y amamantan, 
ya escriben sus nombres con tus plumas de terciopelo ámbar.

Alondra que duermes en un verde río de plata: 
te recuerdo volando sobre los campos de cebada, 
ligera y victoriosa batías el aire con tus alas 
(llamas doradas) 
fulgores que a la vida fecundaban.

Desde el croar de los sapos y el barro mi voz te llama 
con palabras que escarban 
mi memoria aceitunada,
 con palabras que te buscan y del olvido rescatan.

Desde el llanto de la luna cual gorrión suelto en cascada 
mi canto que es un grito de reclama, 
un ruego sin eco a la noche por la vida de su amada.

Noche que guardas a mi alondra y escarcha: 
¡tenla aurora o estrella, escarcha de plata
 o alondra del alba!

¡Oh noche celosa con la muerte casada: 
destiende tu abrazo y tus negras manos nevadas 
que la quiero ver! ¡que te quiero ver: alondra y escarcha!


Epílogo


…adiós, adiós, 
resbalan tantos adioses
 como las palomas por el cielo,
 hacia el sur, hacia el silencio…

P. Neruda


¡Corsario: regresa ya a tu patria!

ahora que yace tu tesoro entre las aguas y que los cielos se encuentran desiertos 
¡vuelve tu mirada a los cálidos y meridionales puertos que nacer te vieron! 
¡deja al inmenso y traicionero mar-océano, a sus líquidos y salados labios: 
                                                   sepulcro  
mortaja  
                                                                                y sudario 
de tu alondra y escarcha!

¡Corsario y marinero solitario!

¿qué es lo que aguardas?

¡regresa ya a tu patria!



Ciudad de México Abril 2005 - Marzo 2006

martes, 26 de enero de 2016

Comentario de Socorro Noemí Díaz de Luna


En los tiempos primitivos, cuando el hombre se despierta 
en un mundo que acaba de nacer, la poesía se despierta con él.
 En presencia de las maravillas que le deslumbran y embriagan, 
su primera palabra no es más que un himno.

Victor Hugo (Prefacio del drama de Cromwell).



Maurizio Veletti, ella alondra y ella escarcha. Arista que nace, que se clava, que se enciende, que se descubre en el deseo de lo que él llama

volátil imagen femenina

Lo reconoce, lo acepta, lo conforma, y en nervio adolescente se transforma en poesía:

Escarcha que te vi nacer

alondra que te vi crecer dentro de los límites de mi país inventado comiendo 
versos y revoloteando entre mis pensamientos


Y entonces el encuentro que brota y germina se define, crece y lo convierte en canción,

canción de un joven corsario noctívago y solitario

Y Maurizio palpa lo que parece impalpable; el erótico sueño del deseo y forja en su fantasía su obra poética. Que nos dice:

Como agitados corceles al viento saltan mis versos resonando a través 
de acantilados y esteros, entre redes de pescadores y luceros


Así, nace una poesía.

Fulminante, perturbadora e irreversible como el diagnóstico de una enfermedad mortal es el descubrimiento del poeta y el encuentro con su poesía, al principio demasiada vaga atribuible a su pubertad. El deseo, el amor, la madurez, el sufrimiento: no se le concede importancia porque se piensa que existe curación, pero si el joven o el viejo asumen la poesía están irremediablemente condenados al sufrimiento de la creación.. Y Maurizio la sufre:

Ha escuchado la luna mis lamentos y en su negro manto he colocado mis recuerdos 
esperando que la lluvia los convierta en versos.


El deseo, presagio del amor, surca la irrealidad infinita, desafía, contempla y crea entre espumas guiado por:

la pàtina de los luceros

Y la metáfora fina, cuidada, esmerada, desarrolla su temática erótica y a través de un exquisito lenguaje figurado, que nos lleva con tono concertino a través de rítmicas y melodiosas notas blancas, purísimas, a los versos de un piano que, sostenidas en el inmenso espacio lírico

Soliviantan el lino, el algodón y la seda [entre] capullos de vía láctea, 
                                                                alcatraces 
                                                                                    que nacen 
de tus cándidas praderas y que en su bullir cantan la geografìa femenina

Maurizio Veletti en Ella (alondra y escarcha) traza una poesía que lo conduce a la certeza de sí mismo y a la de los demás, es el silencio que busca las palabras exactas, las metáforas fieles, los enlaces exactos de un todo poético, íntimo, que toca lo universal enmarcado en lo infinito, inagotable e inmedible de la creación poética

Maurizio: es un orgullo y un honor que me permitas acompañarte en estos primeros pasos de tu andar poético y que las

Menudas campanas de jazmín y silencio: hermanas de nacimiento


suenen en tu camino a la poesía, y que se publiquen y lean muchos libros más...

¡Buena suerte Maurizio!, muchas gracias y buenas noches.


Socorro Noemí Díaz de Luna
Aguascalientes, 9 de octubre de 2008

Comentario de Ana Luisa Topete Ceballos


Alfonso Reyes definió la poesía como “un combate contra el lenguaje, un mentar con las palabras lo que no tiene palabras ya hechas para ser mentado”.

Buenas tardes tengan todos ustedes. Es para mí un honor compartir esta mesa con mis compañeros, para hablar del inicio, de la búsqueda, de la poesía que vendrá de la mano, del corazón y de la pluma de Bernardo. Siento, estoy segura, que Bernardo nos invitó a compartir esta tarde porque, en Coco, como la gran maestra de Literatura en la adolescencia de este joven, encontró las reverberaciones, los ecos y el cálido aliento que él necesitaba para fijar un rumbo, para tomar la decisión de dedicar su vida entre la ciencia y el arte. Bernardo, como un hombre en búsqueda de sentido, se percató que, en aquellas clases de Literatura, se encontraba lo que más fuerte peso tenía: el alma de un artista, del ser que dedicaría su vida a envolverla con notas, con pausas y silencios y que hablara del mundo por medio de metáforas. Bernardo fue mecido bajo cuerdas de violines, que Carmela y Juan Manuel pulsaban; su cuna fue tejida con los cuentos leídos por ecos de Elia y Bernardo y arrullado por la música de Arnulfo Miramontes, Debussy, Mozart o Beethoven.

El hecho de acompañar a Bernardo esta tarde, me honra y me llena de profunda emoción; estamos aquí, en las primicias de un trabajo que hoy desenvuelve su alma y su pensamiento: Ella (alondra y escarcha), porque el alma de un artista no se agota, ya que está revestido de una sensibilidad innata y es, la sensibilidad, la característica de que, hoy en día, el mundo adolece.

Las remembranzas apresaron mi mente cuando Bernardo me pidió que lo acompañara en esta velada. Recuerdo, como si fuese ayer, cuando nació, un mes después de mi hijo menor, Alonso. Éramos, simplemente, tía y sobrino. Hoy tenemos otra perspectiva más que nos une: la Literatura.

Todo artista tiene una búsqueda, la de crear su propio estilo, ya que el artista es creador: como dijese el chileno Vicente Huidobro: “El poeta es un pequeño Dios”. Y tan busca su propio estilo, el artista, que adopta inclusive otro nombre. En el caso de Bernardo Jiménez, cuando se trata de desenvolver su alma en una profunda lírica, adopta el nombre de Maurizio Veletti: Bernardo Jiménez es el pianista que comenzó a forjar la tía Conchita Aguayo; Maurizio Veletti es el poeta, el que nace desde dentro, desde las entrañas, desde el Yo interior.

La poesía es difícil de definir, porque es mi Yo encarnado en letras, es mi Yo descifrado en palabras, es el ser inmerso en el sentimiento que es inseparable del hombre, del ser humano y, como dijese Rubén Darío: “La poesía es la camisa férrea de mil puntas cruentas que llevo sobre el alma. Las espinas sangrientas dejan caer las gotas de mi melancolía”.

La poesía nació con la música. Al tener inmerso un cántico propio, un ritmo en sus palabras, la música deja de lado la escritura para que ella cante con su propia voz y su propio ritmo. En Bernardo se conjugan lo que en un principio fue: un artista que canta con sus largas manos para dejarle el sonido de la música a la voz en Maurizio Veletti, a su propia voz cargada de nostalgia y de recuerdo, de anáforas, oximorones y metáforas que nos crean imágenes mentales por medio de la palabra que nace de un alma esculpida en el arte.

La poesía de Maurizio Veletti, prefiere las rimas asonantes como lo muestra este fragmento de versos endecasílabos del poema intitulado Ocultas en el fondo:

Ocultas en el fondo de un verano
limonado yacen dos caracolas
varadas en un golfo campirano
cual veleros que en las playas ancoran.

En este fragmento, además de su musicalidad marcada por las sílabas tónicas, se presentan también las analogías: de las caracolas, cual veleros; y el golfo campirano con playas.

En Ella (alondra y escarcha), se entremezclan los sentimientos humanos del amor y del dolor, con las ideas de búsqueda de la trascendencia en el horizonte divino en versos como: 

He santificado los martes con la levítica paciencia de un escriba 
y la resignada actitud de un eremita

O en esta otra: 

Ha sido mi canto, alondra, la ofrenda religiosa con la que he santificado los martes en tu memoria, grabando tu nombre con etérea tinta de imborrable escarcha.

Los caligramas, al estilo Apolinaire, aparecen formando rostros dibujados con palabras en que se expresa, en ellos, esa “escarcha” que queda reunida en los ventanales de mis palabras, como él lo expresa en su poesía.

En Maurizio se palpa la influencia del Modernismo al estilo de José Juan Tablada con sus Hai Kais, en que, en este haiku: Manos que tejen el viento/ plumas que crean el tempo se reúne la dualidad del artista porque sus manos tejen las palabras para convertirlas en poesía, en rima y ritmo; emplea el verbo tejer, palabra que contiene la misma raíz de la palabra castiza “texto”; por otra parte, plumas que crean el tempo; tempo, palabra que designa el ritmo en la música. Al mismo tiempo se advierte la remembranza de Federico García Lorca, cuando nombra a la mujer de arquitectura gitana, olivo aceitunero, o blanco viñedo resuelto cubierto de silencio. Maurizio Veletti es ese ser monástico que se encierra entre sus paredes y ventanas cubiertas de escarcha para que las musas ronrroneen a su oído el ritmo de los versos.

Termina con una Elegía en que sólo recuerda a quien se fue. Sólo queda el recuerdo de la musa quien inspiró las palabras. Como lo refiriera Pablo Neruda: “Me gusta cuando callas, porque pareces ausente…”

Te auguro el éxito que mereces, por tu amor al arte, por tu tenacidad y por esa sencillez que te caracteriza y que envuelve tu personalidad.

Muchas gracias.


Ana Luisa Topete Ceballos
Aguascalientes, 9 de octubre de 2008

Comentario de Aída Valdepeña


El tripulante desconocido


La palabra emprende viajes. Nace y viaja. Viaja más que el hombre, que el dinero. Viaja más que aquel que la pronuncia, que aquel que la escribe. Llega primero a cualquier parte, en cualquier época. Así, llegó el libro de Veletti a mis manos. Antes de conocerlo a él, conocí su palabra. Palabra fresca, palabra marina y rociada de escarcha, palabra que viene cosechándose en viñedos nórdicos y en, como lo menciona el poeta: Labios de fuego sazonados.

El autor sabe que su palabra ha emprendido un viaje, y la deja ir, libre, a sobrevolar las noches cerca de algún quinqué en la ciudad, junto al amanecer de la brisa marina o en el centro de alguna nube:

¡Arribad el cielo 
prestos brazos, 
columnas fugaces 
y ondulados 
ríos cultivados,
llamas y aletazos: 
dos fúlgidos 
herreros que forjan 
con júbilo 
un arte lúcido!

Ramas de ciruelo y brazos que doble patria fueron: doble cuna y doble dique del pasado que sonríe. Fontanas que brotan y cascadas y diez gitanillos de holanda que danzan y nadan.

¡Al cielo llegad 
ahora juntos 
y después dispersos,
 sigan raudos 
los distintos rumbos
cual alondras 
que al viento 
piden su morada,
cual veleros 
que buscan sus puertos!

Veletti consiente a la palabra, si la palabra pide viajar por aire entonces habrá alas, si pide tierra, habrá esperma de la primavera, si es por los océanos que la palabra quiere andar, entonces habrá frutos marinos… así, el autor reconoce el latido de la palabra, la escucha y la motiva. Por ahora, no hay más tripulación que ella; y el tripulante desconocido es el poeta, que cede su lugar a la poesía para que ella viaje cómoda, a sus anchas, libremente.

He santificado los martes, y en este templo de palabras te has dejado cobijar [...] por ti han construido estas manos de corsario empapadas por los mares encantados un santuario invisible donde religiosamente ofrezco mis versos como alegóricos sacrificios de los bíblicos corderos.

Sabemos que un viaje se comienza con emoción y se termina con cierta nostalgia. Nos quedan recuerdos, anhelos de volver a realizarlo; se sabe dónde comienza pero no dónde termina, tampoco sabemos hasta cuándo, y cuáles serán los caminos que elija. Podemos incluso, afirmar, que se trata de un capricho del tiempo y el espacio. Sabemos que andamos, creemos saber a dónde vamos, pero en realidad es el propio viaje el que nos guía. Así el libro de Veletti nos conduce, nos invita a ser tripulantes y compartir las delicias del viento labrador:

Aleteando te vi venir:
viento púrpura y alondra,
aleteando, te vi partir…

El libro de Veletti tiene el sabor de la historia, recorridos y ciclos que se abren y se cierran para dar paso a nuevos círculos vitales.

Bienvenidos tripulantes. Usted está a punto de abordar un libro modelo Ella (alondra y escarcha), en caso de pérdida de presión mantenga el libro cerca de usted, su capitán Maurizio Veletti y demás tripulación les damos la más cordial bienvenida y deseamos que su viaje sea placentero.

Buenas noches.


Aída Valdepeña
Ciudad de México, 17 de diciembre de 2008

Comentario de Mauro Hernández Fuantos


Si la poesía es musical, pero no música, Maurizio Veletti con Ella (alondra y escarcha) nos demuestra otra posibilidad con un poemario en el que sobresalen rimas asonantes y versos que parecieran contaditos, pero que al final se re-suman, se re-cuentan para cumplir con una cadencia individual y con una experimentación con estructuras clásicas (romances, décimas, sonetos, haikús).

Así sorprende en una actualidad en la que jóvenes poetas tienden al miedo por rimas y métricas, prefiriendo la soltura aparente de versos libres. Maurizio quita ese miedo y se rinde a una poética donde importa sobre todo una intuición de escucha.

En cuanto a temática son bastas las ideas que giran en torno a su musa. El cantautor Fernando Salazar Hijar lo explica mejor: "el amor se bate entre numerosos rasgos que tienden a la evolución poética dentro de un mismo marco, de un mismo autor".

Entre las alondras es el macho el que más canta. Entonces bien, la alondra hembra, menos cantora, puede tener la propiedad fría de la escarcha -aunque la portada del libro es de una mujer llameante, obra de Yza Fercasi: Deseo. El alondro [sic.] ¡Amante de una alondra y de su vuelo escarchado! (Proemio) vuela bajo, tocando el mar con un congelado plumaje, derretido después por un verde viento -su esperanza- que pinta sus ojos y se posan discretos en los marrones otoños de Ella, la alondra.


Mauro Hernández Fuantos (estudiante de preparatoria)
Ciudad de México, septiembre de 2008