martes, 26 de enero de 2016

Comentario de Socorro Noemí Díaz de Luna


En los tiempos primitivos, cuando el hombre se despierta 
en un mundo que acaba de nacer, la poesía se despierta con él.
 En presencia de las maravillas que le deslumbran y embriagan, 
su primera palabra no es más que un himno.

Victor Hugo (Prefacio del drama de Cromwell).



Maurizio Veletti, ella alondra y ella escarcha. Arista que nace, que se clava, que se enciende, que se descubre en el deseo de lo que él llama

volátil imagen femenina

Lo reconoce, lo acepta, lo conforma, y en nervio adolescente se transforma en poesía:

Escarcha que te vi nacer

alondra que te vi crecer dentro de los límites de mi país inventado comiendo 
versos y revoloteando entre mis pensamientos


Y entonces el encuentro que brota y germina se define, crece y lo convierte en canción,

canción de un joven corsario noctívago y solitario

Y Maurizio palpa lo que parece impalpable; el erótico sueño del deseo y forja en su fantasía su obra poética. Que nos dice:

Como agitados corceles al viento saltan mis versos resonando a través 
de acantilados y esteros, entre redes de pescadores y luceros


Así, nace una poesía.

Fulminante, perturbadora e irreversible como el diagnóstico de una enfermedad mortal es el descubrimiento del poeta y el encuentro con su poesía, al principio demasiada vaga atribuible a su pubertad. El deseo, el amor, la madurez, el sufrimiento: no se le concede importancia porque se piensa que existe curación, pero si el joven o el viejo asumen la poesía están irremediablemente condenados al sufrimiento de la creación.. Y Maurizio la sufre:

Ha escuchado la luna mis lamentos y en su negro manto he colocado mis recuerdos 
esperando que la lluvia los convierta en versos.


El deseo, presagio del amor, surca la irrealidad infinita, desafía, contempla y crea entre espumas guiado por:

la pàtina de los luceros

Y la metáfora fina, cuidada, esmerada, desarrolla su temática erótica y a través de un exquisito lenguaje figurado, que nos lleva con tono concertino a través de rítmicas y melodiosas notas blancas, purísimas, a los versos de un piano que, sostenidas en el inmenso espacio lírico

Soliviantan el lino, el algodón y la seda [entre] capullos de vía láctea, 
                                                                alcatraces 
                                                                                    que nacen 
de tus cándidas praderas y que en su bullir cantan la geografìa femenina

Maurizio Veletti en Ella (alondra y escarcha) traza una poesía que lo conduce a la certeza de sí mismo y a la de los demás, es el silencio que busca las palabras exactas, las metáforas fieles, los enlaces exactos de un todo poético, íntimo, que toca lo universal enmarcado en lo infinito, inagotable e inmedible de la creación poética

Maurizio: es un orgullo y un honor que me permitas acompañarte en estos primeros pasos de tu andar poético y que las

Menudas campanas de jazmín y silencio: hermanas de nacimiento


suenen en tu camino a la poesía, y que se publiquen y lean muchos libros más...

¡Buena suerte Maurizio!, muchas gracias y buenas noches.


Socorro Noemí Díaz de Luna
Aguascalientes, 9 de octubre de 2008

Comentario de Ana Luisa Topete Ceballos


Alfonso Reyes definió la poesía como “un combate contra el lenguaje, un mentar con las palabras lo que no tiene palabras ya hechas para ser mentado”.

Buenas tardes tengan todos ustedes. Es para mí un honor compartir esta mesa con mis compañeros, para hablar del inicio, de la búsqueda, de la poesía que vendrá de la mano, del corazón y de la pluma de Bernardo. Siento, estoy segura, que Bernardo nos invitó a compartir esta tarde porque, en Coco, como la gran maestra de Literatura en la adolescencia de este joven, encontró las reverberaciones, los ecos y el cálido aliento que él necesitaba para fijar un rumbo, para tomar la decisión de dedicar su vida entre la ciencia y el arte. Bernardo, como un hombre en búsqueda de sentido, se percató que, en aquellas clases de Literatura, se encontraba lo que más fuerte peso tenía: el alma de un artista, del ser que dedicaría su vida a envolverla con notas, con pausas y silencios y que hablara del mundo por medio de metáforas. Bernardo fue mecido bajo cuerdas de violines, que Carmela y Juan Manuel pulsaban; su cuna fue tejida con los cuentos leídos por ecos de Elia y Bernardo y arrullado por la música de Arnulfo Miramontes, Debussy, Mozart o Beethoven.

El hecho de acompañar a Bernardo esta tarde, me honra y me llena de profunda emoción; estamos aquí, en las primicias de un trabajo que hoy desenvuelve su alma y su pensamiento: Ella (alondra y escarcha), porque el alma de un artista no se agota, ya que está revestido de una sensibilidad innata y es, la sensibilidad, la característica de que, hoy en día, el mundo adolece.

Las remembranzas apresaron mi mente cuando Bernardo me pidió que lo acompañara en esta velada. Recuerdo, como si fuese ayer, cuando nació, un mes después de mi hijo menor, Alonso. Éramos, simplemente, tía y sobrino. Hoy tenemos otra perspectiva más que nos une: la Literatura.

Todo artista tiene una búsqueda, la de crear su propio estilo, ya que el artista es creador: como dijese el chileno Vicente Huidobro: “El poeta es un pequeño Dios”. Y tan busca su propio estilo, el artista, que adopta inclusive otro nombre. En el caso de Bernardo Jiménez, cuando se trata de desenvolver su alma en una profunda lírica, adopta el nombre de Maurizio Veletti: Bernardo Jiménez es el pianista que comenzó a forjar la tía Conchita Aguayo; Maurizio Veletti es el poeta, el que nace desde dentro, desde las entrañas, desde el Yo interior.

La poesía es difícil de definir, porque es mi Yo encarnado en letras, es mi Yo descifrado en palabras, es el ser inmerso en el sentimiento que es inseparable del hombre, del ser humano y, como dijese Rubén Darío: “La poesía es la camisa férrea de mil puntas cruentas que llevo sobre el alma. Las espinas sangrientas dejan caer las gotas de mi melancolía”.

La poesía nació con la música. Al tener inmerso un cántico propio, un ritmo en sus palabras, la música deja de lado la escritura para que ella cante con su propia voz y su propio ritmo. En Bernardo se conjugan lo que en un principio fue: un artista que canta con sus largas manos para dejarle el sonido de la música a la voz en Maurizio Veletti, a su propia voz cargada de nostalgia y de recuerdo, de anáforas, oximorones y metáforas que nos crean imágenes mentales por medio de la palabra que nace de un alma esculpida en el arte.

La poesía de Maurizio Veletti, prefiere las rimas asonantes como lo muestra este fragmento de versos endecasílabos del poema intitulado Ocultas en el fondo:

Ocultas en el fondo de un verano
limonado yacen dos caracolas
varadas en un golfo campirano
cual veleros que en las playas ancoran.

En este fragmento, además de su musicalidad marcada por las sílabas tónicas, se presentan también las analogías: de las caracolas, cual veleros; y el golfo campirano con playas.

En Ella (alondra y escarcha), se entremezclan los sentimientos humanos del amor y del dolor, con las ideas de búsqueda de la trascendencia en el horizonte divino en versos como: 

He santificado los martes con la levítica paciencia de un escriba 
y la resignada actitud de un eremita

O en esta otra: 

Ha sido mi canto, alondra, la ofrenda religiosa con la que he santificado los martes en tu memoria, grabando tu nombre con etérea tinta de imborrable escarcha.

Los caligramas, al estilo Apolinaire, aparecen formando rostros dibujados con palabras en que se expresa, en ellos, esa “escarcha” que queda reunida en los ventanales de mis palabras, como él lo expresa en su poesía.

En Maurizio se palpa la influencia del Modernismo al estilo de José Juan Tablada con sus Hai Kais, en que, en este haiku: Manos que tejen el viento/ plumas que crean el tempo se reúne la dualidad del artista porque sus manos tejen las palabras para convertirlas en poesía, en rima y ritmo; emplea el verbo tejer, palabra que contiene la misma raíz de la palabra castiza “texto”; por otra parte, plumas que crean el tempo; tempo, palabra que designa el ritmo en la música. Al mismo tiempo se advierte la remembranza de Federico García Lorca, cuando nombra a la mujer de arquitectura gitana, olivo aceitunero, o blanco viñedo resuelto cubierto de silencio. Maurizio Veletti es ese ser monástico que se encierra entre sus paredes y ventanas cubiertas de escarcha para que las musas ronrroneen a su oído el ritmo de los versos.

Termina con una Elegía en que sólo recuerda a quien se fue. Sólo queda el recuerdo de la musa quien inspiró las palabras. Como lo refiriera Pablo Neruda: “Me gusta cuando callas, porque pareces ausente…”

Te auguro el éxito que mereces, por tu amor al arte, por tu tenacidad y por esa sencillez que te caracteriza y que envuelve tu personalidad.

Muchas gracias.


Ana Luisa Topete Ceballos
Aguascalientes, 9 de octubre de 2008

Comentario de Aída Valdepeña


El tripulante desconocido


La palabra emprende viajes. Nace y viaja. Viaja más que el hombre, que el dinero. Viaja más que aquel que la pronuncia, que aquel que la escribe. Llega primero a cualquier parte, en cualquier época. Así, llegó el libro de Veletti a mis manos. Antes de conocerlo a él, conocí su palabra. Palabra fresca, palabra marina y rociada de escarcha, palabra que viene cosechándose en viñedos nórdicos y en, como lo menciona el poeta: Labios de fuego sazonados.

El autor sabe que su palabra ha emprendido un viaje, y la deja ir, libre, a sobrevolar las noches cerca de algún quinqué en la ciudad, junto al amanecer de la brisa marina o en el centro de alguna nube:

¡Arribad el cielo 
prestos brazos, 
columnas fugaces 
y ondulados 
ríos cultivados,
llamas y aletazos: 
dos fúlgidos 
herreros que forjan 
con júbilo 
un arte lúcido!

Ramas de ciruelo y brazos que doble patria fueron: doble cuna y doble dique del pasado que sonríe. Fontanas que brotan y cascadas y diez gitanillos de holanda que danzan y nadan.

¡Al cielo llegad 
ahora juntos 
y después dispersos,
 sigan raudos 
los distintos rumbos
cual alondras 
que al viento 
piden su morada,
cual veleros 
que buscan sus puertos!

Veletti consiente a la palabra, si la palabra pide viajar por aire entonces habrá alas, si pide tierra, habrá esperma de la primavera, si es por los océanos que la palabra quiere andar, entonces habrá frutos marinos… así, el autor reconoce el latido de la palabra, la escucha y la motiva. Por ahora, no hay más tripulación que ella; y el tripulante desconocido es el poeta, que cede su lugar a la poesía para que ella viaje cómoda, a sus anchas, libremente.

He santificado los martes, y en este templo de palabras te has dejado cobijar [...] por ti han construido estas manos de corsario empapadas por los mares encantados un santuario invisible donde religiosamente ofrezco mis versos como alegóricos sacrificios de los bíblicos corderos.

Sabemos que un viaje se comienza con emoción y se termina con cierta nostalgia. Nos quedan recuerdos, anhelos de volver a realizarlo; se sabe dónde comienza pero no dónde termina, tampoco sabemos hasta cuándo, y cuáles serán los caminos que elija. Podemos incluso, afirmar, que se trata de un capricho del tiempo y el espacio. Sabemos que andamos, creemos saber a dónde vamos, pero en realidad es el propio viaje el que nos guía. Así el libro de Veletti nos conduce, nos invita a ser tripulantes y compartir las delicias del viento labrador:

Aleteando te vi venir:
viento púrpura y alondra,
aleteando, te vi partir…

El libro de Veletti tiene el sabor de la historia, recorridos y ciclos que se abren y se cierran para dar paso a nuevos círculos vitales.

Bienvenidos tripulantes. Usted está a punto de abordar un libro modelo Ella (alondra y escarcha), en caso de pérdida de presión mantenga el libro cerca de usted, su capitán Maurizio Veletti y demás tripulación les damos la más cordial bienvenida y deseamos que su viaje sea placentero.

Buenas noches.


Aída Valdepeña
Ciudad de México, 17 de diciembre de 2008

Comentario de Mauro Hernández Fuantos


Si la poesía es musical, pero no música, Maurizio Veletti con Ella (alondra y escarcha) nos demuestra otra posibilidad con un poemario en el que sobresalen rimas asonantes y versos que parecieran contaditos, pero que al final se re-suman, se re-cuentan para cumplir con una cadencia individual y con una experimentación con estructuras clásicas (romances, décimas, sonetos, haikús).

Así sorprende en una actualidad en la que jóvenes poetas tienden al miedo por rimas y métricas, prefiriendo la soltura aparente de versos libres. Maurizio quita ese miedo y se rinde a una poética donde importa sobre todo una intuición de escucha.

En cuanto a temática son bastas las ideas que giran en torno a su musa. El cantautor Fernando Salazar Hijar lo explica mejor: "el amor se bate entre numerosos rasgos que tienden a la evolución poética dentro de un mismo marco, de un mismo autor".

Entre las alondras es el macho el que más canta. Entonces bien, la alondra hembra, menos cantora, puede tener la propiedad fría de la escarcha -aunque la portada del libro es de una mujer llameante, obra de Yza Fercasi: Deseo. El alondro [sic.] ¡Amante de una alondra y de su vuelo escarchado! (Proemio) vuela bajo, tocando el mar con un congelado plumaje, derretido después por un verde viento -su esperanza- que pinta sus ojos y se posan discretos en los marrones otoños de Ella, la alondra.


Mauro Hernández Fuantos (estudiante de preparatoria)
Ciudad de México, septiembre de 2008

Comentario de Mónica Rodríguez


Intentaré presentarles un panorama de Ella (alondra y escarcha), el libro de Maurizio Veletti, para que ustedes, en soledad, zarpen desde las costas de su habitación hacia las letras de este libro escrito por un joven poeta.

Decidí leer el poemario Ella (alondra y escarcha), de Maurizio Veletti, una noche de invierno. Se me hizo tarde leyéndolo y continué la lectura por la mañana. La transición fue muy suave porque estas palabras, poesía, me llevaron a otro sitio, ficticio pero real a través de los versos y la lectura, y la noche de sueño fue sólo una siesta en aquel mar inmenso en el que acompañé al corsario. He de decir que el frío se disipó y la poesía de este pequeño libro hizo desaparecer el invierno por unos instantes. En su lugar arribaron los aromas del verano, la brisa de un mar impetuoso, el sabor exquisito de un puñado de dátiles y, sobre todo, el calor que despide un corsario apasionado.

Para presentarles a ustedes un poco de la poesía de Bernardo, de la que seguramente en unos momentos escucharemos más en voz de Bernardo, quisiera leer el Proemio del poemario:

Escarcha que te vi nacer

alondra que te vi crecer dentro de los límites de mi país inventado comiendo 
versos y revoloteando entre mis pensamientos

¡A ti dedico este canto!

canción de un joven corsario noctívago y solitario

¡Amante de una alondra y de su vuelo escarchado!

Escuché a alguien decir que la poesía no significa, sino es. Y la poesía de Veletti es un lugar espléndido que se extiende desde el mar hasta las tierras profundas. Es también el viaje cadencioso de un Corsario hacia el objeto de su amor y apasionamiento. Y es una alegoría del camino y el encuentro con el ser amado. El paso de la oscuridad de la soledad a la exuberancia del amor que se descubre poco a poco.

Encontré tres principales entes deambulando en la poemas de alondra y escarcha: el corsario, alondra y el país inventado. Me gustaría referirme a cada uno de ellos.

Del corsario

La voz poética en Ella (alondra y escarcha) le pertenece al corsario. El navegante surca el mar en su bergantín resuelto a encontrar algo. ¿Qué quiere encontrar?. El amor, quizás, o a sí mismo en plenitud. Es otra posibilidad... Va erguido sobre su barco y aunque es joven, no lo aterran las vorágines del mar. Se nota que lo suyo es andar en el barco y viajar. Pero también permanecer cuando encuentra al ave -a la alondra o a la mujer- y abandona su condición de marino solitario.

En el corsario se presenta la admiración hacia lo femenino como un misterio y una revelación que culmina, pero se repite. El misterio es cíclico porque la alondra se va y el deseo renace. Y el corsario no cesa de mirar hacia el cielo para encontrar orientación.

Podría decirse que el corsario es un romántico, una criatura trasnochadora que piensa en el idilio más puro. Es al fin y al cabo, un navegante entre las palabras, que se alimenta de intensas experiencias sensoriales como la contemplación de la alborada, la degustación de unos higos-primavera, el fresco aliento a escarcha y la sedosidad de unas plumas.

De alondra

Seguramente alondra se sienta al leer el poemario a las 3 de la tarde, por decir algo, y siente el calor del corsario. Lo cierto es que Alondra no es sólo una mujer, sino que podría ser todas. Cualquiera que lea el libro o la que no lo lea también. O incluso alondra podría ser una idea. La idea de lo femenino. La aproximación a un espacio enigmático. A terrenos que sin haber sido pisados, se saben fértiles y abundantes en frutos.

Alondra no habla en los poemas. No conocemos por su voz sus impresiones, pero confiamos en que el corsario nos diga la verdad. Alondra es oídos de arena.


Del país inventado

Es una isla o un vasto continente. Las coordenadas no importan pero seguro es una tierra tropical a las orillas del caribe. Y en ella crecen almendros y palmeras datileras. Se hace rompope con ellos. Sabores dulces en un ambiente salado por evaporación del mar. Opuestos. Es un paraje para romper con la distancia. O un estado común de la memoria.

Del poemario en su conjunto

Creo que Veletti o Bernardo, acierta en hacer un poemario vivencial y sentido. Hay en estos versos verdaderos signos de pasión. La expresión lírica es muy auténtica y el yo poético no se distancia de la realidad, sino que la interioriza, la recrea y la presenta renovada. La obra en su conjunto puede leerse como un sólo poema. La continuidad en la temática y en el tono es notoria. Hay reiteración. No sucede así con la forma. El poeta se desplaza entre las líneas por la poesía en prosa, la experimentación en rima y el verso libre. La disposición gráfica otorga dinamismo. Recuerda el mar, las olas, los surcos del barco, la aproximación... Las letras danzan al ritmo del canto, de la seducción, del vaivén... El autor juega con las letras para adentrar al lector a otros lenguajes. La incorporación de Haikus, de diversos paisajes y figuras da al poemario una naturaleza eclética. Hay ritmo y hay cadencia y un lenguaje rico del que emergen vastas imágenes. A lo largo del libro se labra una historia que tiene aromas y temperaturas. Colores y formas.

Se dice que la poesía no tiene otro fin que ser poesía, pero tiene un objetivo más, ser leída. Los invito a que tomen el libro de Veletti y emprendan a través de la lectura, el mismo viaje que emprendí con el corsario.


Mónica Rodríguez
Aguascalientes, 7 de febrero de 2009

Comentario de Aldo García



Esta poesía es comestible, como turrón o mazapán o dulces de aldea, preparados 
con misteriosa pulcritud y cuya delicia cruje en nuestros dientes golosos.

Pablo Neruda 
(comentario sobre la poesía de Ramón López Velarde)


Ella (alondra y escarcha), de Maurizio Veletti, constituye un poemario que se desencadena al poco tiempo de que un joven corsario zarpa de su país inventado (porque después de todo, vivimos en el país que nosotros inventamos), para ir en búsqueda de una nueva patria que, en el ejercicio de lo poético, deviene en mujer, es decir, en alondra y escarcha, epíteto bajo el cual el poeta se dirige a ella y que será, además, la dualidad que la regirá. Por otro lado, al ser el poemario el transcurso de un viaje, también se vuelve revelación y aprendizaje, siendo éstos resultados inherentes de las aventuras y travesías, no sólo en términos amorosos, pues el amor es el eje que sostiene al conjunto de poemas que conforman al libro, sino también en términos de poesía, ya que la estructura de los propios textos es una indagación de la creación lírica, poética.

El Proemio es de carácter nocturno, construido con imágenes claras y precisas: la escarcha no es sólo un pedacito de hielo y frío, sino el rocío congelado que se abre paso una vez entrada la noche y es en ese espacio en el que alondra crece, además este espacio al que el poeta se refiere requiere de las aguas para su existencia, pues alondra al constituirse como escarcha también se vuelve líquida, de ahí que el poeta sea corsario y noche: corsario, para navegar cada río que ha de ir al mar de alondra, o cada mar de alondra que ha de volverse río; noche, para contemplar cada rocío que se vuelve escarcha.

En seguida, en A ti: alondra y escarcha... el corsario, poco antes de zarpar, evoca a alondra, convirtiéndola en el país que lo espera, terreno envuelto en filigrana, lleno de verdura y sabrosas frutas, asombroso y desconocido. La empresa es difícil, ante sus ojos olas azules y violentas se levantan, pero la embarcación las aguarda como

besos que le brinda el océano a mi barca de marinero

pues el corsario para llegar al nuevo mundo ha de domeñar al océano, mas no está solo en la pugna, ya que sus leales marineros le acompañan. Además, entre embate y embate acuoso, acuden al ímpetu del joven corsario un sin fin de imágenes de alondra y de escarcha, que la arrancan del ensueño para atraerla a lo real, para que sea alivio y poesía que lo mantenga a flote en aquellos mares incestuosos, porque alondra es la única dicha que puede devolver realidad la antesala del ensueño. Al joven para considerarse a sí mismo corsario le basta un solo reconocimiento: el de la dicha de saberse al abrigo de la poesía de alondra y escarcha.

En este punto, el joven corsario y joven poeta ha anclado en esas nuevas tierras, que son, al mismo tiempo, ella, alondra y escarcha; de ahí que la belleza de aquel continente lo asombre y maraville. Así pues, Ojos peregrinos, Te veo a través y Son tus ojos describirán cada instante contemplativo en ese terreno desconocido, primero desde la mirada del corsario:

Mis ojos:
devotos peregrinos...
[...]
peregrinos de tus pies semidesnudos [...]

en seguida, la contemplación devendrá en sensación eólica, en un afán por parte del poeta marinero de volverse viento, pues es el único elemento capaz de abrazar lo corpóreo con tanta fuerza e invisibilidad, por eso el viento es

artesano que dibuja los límites
                             de
  tu
                                                            cuerpo

y dentro de ese poder casi absoluto, nuevamente, emerge la percepción contemplativa, ya que el poeta, ejerciendo su oficio de artesano, desnudará a esa tierra que lo acoge y recibe, es decir, a ella, alondra y escarcha. Finalmente, el corsario deja de absortarse en sí mismo ante la belleza de ella, para elogiarla con mayor precisión,

Son tus ojos dos líquidas poesías [...]

Pues, como decía más arriba, ella es líquida por acción del rocío que forma y conforma a la escarcha; en suma, es también agua dulce que habrá de saciar la sed del joven corsario que está a punto de partir, tal y como sucede en Redondos bergantines, para acudir a otras latitudes de la nueva patria e iniciar el reconocimiento de los espacios y tierras, siempre con referencia en ella:

Desafiantes caen tus doradas mieses espigadas, coloreadas [...]

Discretos caen tus topacios filiformes; dibujantes de una lluvia suspendida, lacia y ambarina [...]

De igual forma, la necesidad teológica tiene cabida en el poema en ...hubo un tiempo..., pues al joven corsario, en la pleitesía de esta nueva patria de alondra y escarcha, le viene el recuerdo del tiempo pasado y la violencia del génesis de la tierra y es la mujer del marinero (ella, alondra y escarcha) el centro también de su devoción y ánimo, mientras que el resultado de aquellas fuerzas creadoras son equiparadas con aquel paraíso desaparecido en el que vivió la primer pareja del mundo:

Pasado que fue presente y escultor de tu maternal fortuna: luna creciente que recreó la multiplicación de la existencia y que fue por unos meses ¡ración de tu extinto paraíso Eva!

Posteriormente, el corsario asciende a las montañas de esa patria, pasando por los trigales y árboles de frutos, espacios que son detallados con sumo deleite en Sólo en cumbres, ¡Oh espiga... y Ocultas en el fondo, en los cuales la única diferencia con respecto del primer avistamiento es la degustación de los propios espacios y frutos que ella ofrece. De lo recorrido hasta este momento, es posible mencionar:

verdes campos de granados y almendros [...]
Son tus ojos [...] jinetes [...] que cabalgan al abrigo de dos ramilletes con raíz de higo [...]
¡Auroras de tus cimas frutales! [...]
al mar escarchan de morena caña [...]
¡cumbres datileras! [...]
¡de las bayas y cafetos son huertos [...]
[Ardientes labios] Palpitantes mariposas ebrias de ciruela y trementina [...]
Higos que liberan risa [...]
tierras de almendros y rosales, de nata y espuma tibia... [...]
[Sólo en cumbres nace un perfil como el tuyo] amielado relieve [...]
¡Oh fruta/ de verano escarchada de rompope/ de miel y cebada! [...]
¡Oh isla de rompope datilero! [...]
verano limonado [...]
gajos del naranjo ufano [...]

Por otro lado, y como mencionaba al principio, Ella (alondra y escarcha), además de travesía y aprendizaje amoroso, es también aventura poética, pues hay una constante experimentación con las formas, metros, ritmos y rimas, lo que le otorga movilidad al conjunto de poemas, incluso se encuentra insertado un ideograma –tal y como los trabajaran el francés Guillaume Apollinaire o el mexicano José Juan Tablada–, lo cual no es deliberado, ya que se encuentra en franca concordia con la representación que hay de la naturaleza en el poemario de Maurizio Veletti, pues la herencia e influencia de Tablada en la poesía mexicana radica en el nuevo sentido del paisaje, el valor de la imagen y el poder de la concentración de la palabra, aspectos que fueron enseñados a los "Contemporáneos"; en este mismo sentido, Veletti, al trabajar con haikus, nos remite, en principio, a Tablada y en seguida a Matuso Basho, probablemente el más grande escritor de haikus, quienes, bajo la estética de esta forma poética, lograron una interpretación plástica de la naturaleza, que es, al mismo tiempo, uno de las afanes que se aplauden en Ella (alondra y escarcha).

La Oda es el momento más intenso del poemario, ya que es aquí donde sucede el encuentro cabal de los amantes, el corsario y ella, alondra y escarcha, pero ya no revelada como patria o continente, sino en su total feminidad, desde su nacimiento hasta su partida, momentos que están en concordia con la primavera y el estío: así pues, la abundancia de aromas, colores y sabores, propios de la primavera, estarán en relación con el momento en el que ella nace, mientras que los espacios sombríos y la sensación de frío estarán relacionados con el instante de la partida de ella, que se aleja tal y como arriba al encuentro del corsario: en un ligero vuelo de alondra, abrigada, primero, con la escarcha cálida de primavera y, después, con la escarcha fresca que traen los días de otoño.

Ella (alondra y escarcha) concluye luego de una Elegía que describe la muerte de alondra en un vuelo hacia la luna, tiempo después del idilio con el corsario, quien se queda con la esperanza del retorno que quizá habrá de venir la estación siguiente, en otro tiempo, en otro momento, futuro que será presente. Por ello al marinero, en la escarcha de la soledad, sólo le resta volver a la tierra que lo vio nacer, aguardar por el calor del vuelo de alguna otra alondra y la frescura de alguna otra escarcha.


Aldo García
Aguascalientes, 7 de febrero de 2009

Comentario de Bárbara Oaxaca


Tomar el poemario de Maurizio Veletti, abrirlo, buscar en su primera página, adentrarse en esa lectura… es embarcarse en un viaje a través del lirismo, del que uno no vuelve siendo el mismo, del que uno vuelve tocado irremediablemente por la pluma del poeta.
En efecto, iniciar la lectura de este poemario no es otra cosa que iniciar una íntima expedición de la mano de la palabra, por los delicados -a la vez que intrincados- senderos, los más profundos del autor, a los que él generosamente nos permite atisbar a través de esa maravillosa célula constitutiva de la poesía: la metáfora. Ya en su Proemio el poeta nos advierte del viaje a ese “país inventado”, único, irrepetible, a este lugar que la prodigiosa arquitectura de su palabra ha cincelado para deleite de todos aquellos que tengan a su alcance uno de los ejemplares.

Advierto lo siguiente a los lectores: asistimos a una invocación de lo sagrado. El objeto amoroso ha sido sublimado, elevado a su más pura esencia y la poesía de Maurizio ha cumplido con uno de los más antiguos fines para los que fue creada la poesía: para la devoción de ese objeto amoroso, para su homenaje y contemplación. Este es el continuum que prevalecerá al lo largo de todo el poemario, y que le dará unidad, cuerpo y contundencia, pero el poeta sabrá enriquecerlo, revestirlo de imágenes, innumerables y delicadas imágenes, con un amplio vocabulario, con un alto nivel en el manejo del lenguaje, con una riqueza y diversidad de los ladrillos que hacen de ésta la construcción poética que el día de hoy nos ocupa, a la vez que nos conduce por una vasta geografía de texturas, de sabores, de inéditos lugares que solo los que asistamos a esa cita tenderemos el placer de inaugurar.

Estas son las herramientas del poeta: ritmos gitanos, mimbres elegantes, llamas de quetzal, valles de durazno y nata, topacios filiformes…
Y es así como, de improviso, el lector topa de frente con el motín de sus propios sentidos, provocado por la pluma del autor: es posible sentir, oler, escuchar las atmósferas que nos propone, es decir, que de plano materializa con el poder de las imágenes. Y nos lleva de la mano por doradas playas, acantilados y esteros, crepúsculos veraniegos, estepas amieladas, mares encantados, islas de rompope datilero… Todo esto enmarcado por un hálito costero, por una omnipresencia marina, indudablemente arquetípica, escenario constante donde el poeta, con soltura, nos conduce a través de su historia, de principio a fin; lugar que se convierte en el espacio consagrado a la devoción de la amada.

Heredero de la vena romántica, asistimos, además, a un ars poetica, de la más pura tradición trovadoresca. Recordemos que el sentido de la palabra amor, tal y como hoy la conocemos, nace a partir del siglo XII en la legendaria tierra del Langedoc con el surgimiento del amor cortés. La poesía de los trovadores provenzales, es, en el desarrollo de la cultura occidental, el momento privilegiado de una lengua que se organiza y sistematiza y que prevalecerá por siglos hasta nuestros días.

Y es de esta deliciosa tradición, de esta contundente herencia, de donde el poeta abreva, tomando de entre las formas poéticas refinadas y artificiosas de los trovadores la tradición de la canço -usada para el amor caballeresco- y el antiguo estilo del trobar ric -poesía de organización compleja y de vocablos ricos-, para culminar en ese delicado equilibrio que los provenzales lograron llevar a su máxima expresión y sobre el cual quiero especialmente reiterar: el equilibrio entre poesía y música, “motz el son” en provenzal, porque, recordemos, es en esta primera aparición como antecedente de la identidad poética europea que palabra y música nacen indisolubles, parte una de la otra en la tradición trovadoresca de grandes músicos-poetas como Arnaut Daniel, Rimbaut de Vaqueiras, Bertran de Born o Bernard de Ventadorn. Y es en esta misma línea donde se mantiene Ella (alondra y escarcha): el poeta es profundamente musical. Lleva implícito el ritmo cada línea de su poemario, de una forma muy natural. Y aquí debemos recordar que Maurizio Veletti es músico de profesión, lo cual explicará en gran parte la musicalidad de los versos que hoy nos ocupan.

Entre todas estas herramientas para declarar en el más puro estilo de la tradición occitana el vasallaje a la dama por su pregador -categoría en la que se encontraba aquel alentado a declarar el amor a su señora- aquí traigo a la memoria uno de los códigos, uno de los principios rectores más importantes del amor cortés: el verdadero amante, siempre está absorbido por la imagen de la amada. Maurizio Veletti, en Ella (alondra y escarcha), asiste religiosamente a este precepto: honra la tradición poética e invoca desde lo más sagrado a la Musa.

Fanopea, logopea, melopea, en fin… poesía para adentrarse en este viaje, viaje para adentrarse en la poesía.

Cierro mi participación con un fragmento de una canço escrita por Bernard de Ventadorn, trovador nacido aproximadamente en 1147, poeta-músico de oído finísimo, autor no sólo de poemas, sino de algunas de las melodías más bellas de todos los tiempos y cuya cita me ha parecido la más acertada, tanto para establecer una referencia en la tradición poética de Veletti, como para anticipar lo que le espera a todo aquel lector que decida adentrarse en su poemario. Cito en provenzal y después en castellano:

Can vei la lauzeta mover
Can vei la lauzeta mover
de joi sas alas contra-l rai,
que s’oblid’e-s laissa chazer
per la doussor c’al cor li vai,
ai! Tan grans enveya m’en ve
de cui qu’eu veya jauzion,
meravilhas ai, car desse
lo cor de dezirer no-m fon.


Cuando veo la alondra que mueve
de alegría sus alas contra el rayo de sol
y que se olvida y se deja caer
por la dulzura que le entra al corazón
¡ay! entonces siento tal envidia
por cualquiera que vea alegre,
que me admira cómo al instante
el corazón se me funde de deseo.




Bárbara Oaxaca
Ciudad de México, 5 de septiembre de 2008

Comentario de Queta Navagómez


El libro de poemas de Maurizio Veletti habla de una historia de amor, de un corsario que cruza los mares buscando hasta encontrar a una alondra de vuelo escarchado.
El sabor a mar de su poesía se puede degustar desde el Proemio. En el siguiente poema (A ti, alondra y escarcha) llega el olor de los naufragios, de la brisa, de doradas playas o espumosos esteros que indican el término del viaje de un corsario joven e impetuoso que ha podido al fin dejar atrás los mares de zozobra. Con ojos ansiosos ha avizorado cada ola, cada tormenta que ha logrado vencer guiado por la pátina de los luceros.

Exaltado, al descubrir a su alondra su pecho irrumpe en cantos de marinero:

Desde que soy corsario yo te canto mientras tus alas mi velero guían

Después, como el descubridor de nuevos continentes, se maravilla ante los paisajes inesperados y describe a su alondra desde el cabello que cae sedoso y resuelto por los hombros, hasta los pies de odalisca que bailan santificando el aire:

Son tus ojos dos líquidas poesías
dádivas de la noche incólume y morisca…

Ardientes labios. Palpitantes mariposas ebrias de ciruela y trementina.
Pan de cada día.

Veletti, se deja deslumbrar mientras contempla a su alondra. Todo lo ve con ojos nuevos, todo lo reinventa para que no pierda su esplendor. Su palabra exaltada la recorre sin preámbulos, absorto en la belleza:

Ya extiendes el alba, ¡oh fruta de verano escarchada de rompope, de miel y cebada!

Su poesía tiene un ritmo que va y viene como las olas, a veces tranquilo, a veces marejada. Las palabras brotan en borbollones, enardecidas como avispas, llenas de apasionamiento. Las imágenes surgen una tras otra, contraponiéndose de pronto. A veces trastabilla, como cuando presenta poemas titulados como Haikus que no lo son literalmente, ya que el haikú debe referirse a la naturaleza y en especial a una estación del año. Este tipo de poema tiene sus reglas precisas, pero podemos decir que estos pequeños versos de Veletti derivan de él y son intensos y melodiosos:

Volando, alondra
das graciosos acentos a mi memoria

Su historia de amor alcanza el clímax en la Oda, en que los atributos de la amada se exaltan y en que metáforas, ritmo y rima danzan enlazados:

Oh, mujer de arquitectura gitana
son tus ojos tu verdadera patria.
Te quiero como hurí de mi temprana
pasión; te quiero, alondra, como patria.

Inmediatamente después viene la Elegía, la expresión de dolor ante la pérdida:

Alzaste el vuelo alondra mía ante la noche que te amaba
desnuda y fría aleteabas
dejando una estela de escarcha…

Alondra que duermes en un verde río de plata
te recuerdo volando sobre los campos de cebada…

En el Epílogo, el corsario llega a la conclusión de que debe abandonar el puerto seguro, donde el amor ha muerto:

Ahora que yace tu tesoro entre las aguas y que los cielos se encuentran desiertos
¡vuelve tu mirada a los cálidos y meridionales puertos que nacer te vieron!

Estamos ante el primer libro de un poeta joven y lo celebramos. El libro está colmado de emociones, ímpetus y arrebatos propios de un corsario joven. Maurizio Veletti está madurando como poeta, ya llegará el tiempo del sosiego, ya vendrán tiempos más tranquilos, en que la voz de Maurizio Veletti nos brinde versos serenos, luminosos, engendrados -como la flor de loto- en los tranquilos remansos de la poesía.


Queta Navagómez
Ciudad de México, 25 de septiembre de 2008

Comentario de Leticia De Santos Velasco


Hacer propios los versos de Maurizio
es adentrarse en el temple del guerrero enamorado
de la vida y la mujer.

Es abrir las alas en un viaje épico
de inigualable sensualidad y ternura.

Y es en los poemas de Maurizio Veletti
donde el tiempo se recorta finamente
ligando el alfa y el omega
la fantasía y el sueño
donde lo que fue y no ha sido
es una sola cosa.

Como espiral filiforme conjuga en presente continuo
ELLA y todas ellas,
las autoras del verde eléctrico
transparentadas en sus ojos,
incluso
la que lleva dentro.

Un poemario que cuenta de una vida
y un instante
que al volverse versos
observan la eternidad.

ALONDRA Y ESCARCHA,
un acorde estético,
ARIA descubriéndose a sí misma
nacida del barro fértil y el musgo
del oleaje continuo que fermenta la raíz del almendro
con aromas de manzano.

Alondra y alba de luna recién nacida
en un pecho marino
como ofrenda religiosa (como él mismo lo señala)
brotando del campanario donde ha colocado
su corazón.

Poeta que ha convertido en arte musical
la armonía de sus palabras
que ha descubierto la voz escrita haciéndola acorde,
ritmo y alabanza de los valles amielados
arquitectura que danza peregrina.

Sagrado empeño,
descubrimiento al paladear su fruto
de dátil nocturno
y nata tierna.

Es una doble cita
reinventarse en la voz del poeta
palpitando en incienso que emana de su canto
permitiendo que el espíritu dance.


Leticia De Santos Velasco
Aguascalientes, 29 de mayo de 2009

miércoles, 20 de enero de 2016

Comentario de Fernando Salazar Hijar


Escarcha que te vi nacer… De entre numerosos versos, la temática trazada permanece a lo largo de todo el poemario. El amor se bate entre numerosos rasgos que tienden a la evolución poética dentro de un mismo marco, de un mismo autor: Marinero de furor veterano… Poeta sin tierra¡Corsario y marinero solitario! El poeta se desgarra entre estilos, forjando su estilo, y hace de su obra crisol de inspiración, técnica y vanguardia, entre versos maduros y frases inocentes que al mismo tiempo muestran su obsesión y su capacidad ante la imponente literatura que vuelve posibilidad en sus manos y se define a lo largo y en el total de la obra lograda.

Maurizio Veletti en Ella (alondra y escarcha) habla de sí mismo en una obra que no necesita de otro referente para ser analizada o comprendida, pues inspiración y literatura se amartelan en torno a un tema que a veces es mujer, otras mitología; occidental, oriental; mar océano y caribeña nostalgia corsaria.

Veintitrés haikus y dieciséis poemas, con su proemio y epílogo, se vuelven un buen pretexto para volcar la atención y dejar a la sensibilidad trabajar mientras se disfruta la suavidad del lenguaje empleado:
Escarcha que te vi nacer
alondra que te vi crecer dentro de los  límites de mi país inventado comiendo versos y revoloteando  entre  mis pensamientos
¡A ti dedico este canto!
¿Mencioné la suavidad? Después de leer una y otra vez cada poema, sin tecnicismos ni alardes de crítica erudita, de sublimidad forjada en el trabajo ajeno y sin más herramientas que la lectura misma, leer a Veletti es gozar de la corriente que su literatura alimenta con fuerza para que, de principio a fin, leer sea sólo el cauce natural que alcanza la imagen lograda.
¡deja al inmenso y traicionero mar-océano, a sus líquidos y salados labios:          
                                                 sepulcro               
                 mortaja                  
                                                    y sudario 
de tu alondra y escarcha! 
¡Corsario y marinero solitario! 
¿qué es lo que aguardas? 
¡regresa ya a tu patria!
La rítmica es de igual modo una característica sobresaliente en este poemario, hace de cada verso una pieza bailable, aportando una cadencia más que agradable al lector. En cada verso, la sola ordenación de las frases, la colocación de las palabras, el corte entre líneas, enriquecen con musicalidad, un valor agregado a la temática misma.

En definitiva, la obra se define en su conjunto y no en un verso… el proemio no da pié al epílogo, aunque se complementa, no basta para desembocar naturalmente, sino que la literatura de Veletti es la corriente que arrastra a la mente lectora con suavidad, con ritmo, con letras hasta la patria del protagonista, del pretexto de la alondra y la escarcha que se confunden con las huríes, buscando satisfacer la veleidad de la ansiosa necesidad de un corsario en el caribe, el deseo de terminar para empezar nuevamente y culminar en el autor mismo, de quien su obra no es más que su reflejo.


Fernando Salazar Hijar
Prólogo a la edición
Ciudad de México, mayo de 2008