viernes, 15 de julio de 2016

He santificado…


He santificado los martes con la levítica paciencia de un escriba y la resignada actitud de un eremita.

He santificado los martes, y en este templo de palabras te has dejado cobijar, oh alondra y escarcha, vistiendo tus oídos con los hábitos de un monje mendicante, ataviando tus ojos con el ardor de un feligrés devoto.

Oh alondra que entre vuelo y vuelo plumas has dejado en los nichos inventados de este recinto, que has llenado el campanario de mis escritos con los volátiles acentos de tu sonrisa: por ti han construido estas manos de corsario empapadas por los mares encantados un santuario invisible donde religiosamente ofrezco mis versos como alegóricos sacrificios de los bíblicos corderos.

Ha sido mi canto el fruto de un sagrado empeño, el fruto de estas cuatro paredes monásticas labradas por el viento.

Ha sido mi canto, alondra, la ofrenda religiosa con la que he santificado los martes en tu memoria, grabando tu nombre con etérea tinta de imborrable escarcha…

No hay comentarios:

Publicar un comentario